(Por Tomás Casanova) –
Ya lo sabemos de memoria. Javier Milei llegó al poder con el discurso de que el ajuste lo iba a pagar la casta. Sin embargo, la realidad es otra: Salarios y jubilaciones licuadas, brutal devaluación, pobreza a indigencia avanzando terroríficamente… En estas líneas no vamos a seguir enumerando los datos de una economía quebrada, para no abrumar. Como síntesis de la fatalidad que es La Libertad Avanza (LLA) podemos remitirnos a lo comunicado por Unicef Argentina: 1.500.000 de niños y niñas, cada día, se van a dormir sin cenar.
Si no fuese patético sería cómico ver cómo empresarios enfundados en trajes costosísimos hablan del sacrificio que tiene que hacer la sociedad en su conjunto, pero que a ellos ni siquiera los roza. Todos debemos sufrir para un futuro que se presume próspero, que nunca llega y quizás allí radique una de las razones de por qué fracasa la política argenta.
Digamos todo: La Argentina abandonó sus aspiraciones europeas, con una clase media amplia que se fue degradando en los últimos años, hasta convertirse en un país bien latinoamericano, con una clase acomodada y un ejército de pobres.
Esa clase media trabajadora, compuesta por estatales, empleados de comercio y servicios, operarios de fábrica, técnicos y profesionales, entre otros tantos, ha sido durante décadas el motor que impulsa la producción, la transformación y la cohesión social en nuestro país. No es solo una clase económica, sino también un poderoso actor social, activo en organizaciones sin fines de lucro, sindicatos, clubes, cooperativas y otras entidades comunitarias.
Sin embargo, en los últimos tiempos, la clase media enfrenta un futuro cada vez más incierto. Las políticas actuales parecen diseñadas para desmonetizar y pauperizar a este sector, obligando a las familias a vender sus ahorros, cambiar dólares para llegar a fin de mes o endeudarse sin esperanza. Es un esquema que busca despojar a la clase media de su capacidad de ahorro y, con ello, de su poder de organización y de resistencia.
Lo que está en juego es mucho más que el bienestar económico de millones de argentinos. Se trata de un ataque directo a los lazos fraternales y solidarios que esta clase ha tejido a lo largo del tiempo, especialmente durante los años del peronismo, que le otorgaron una base de unidad y fuerza colectiva. El objetivo no declarado de este proceso es desmovilizar a la clase media, romper su unidad y debilitar su capacidad de oposición a un proyecto de país dependiente, centrado en la exportación de commodities y en la especulación financiera.
La clase media argentina, organizada y trabajadora, ha sido históricamente un freno a los proyectos de dependencia y de concentración del poder económico. Su descapitalización, tanto económica como social y cultural, amenaza con hacer desaparecer muchas de las expresiones sociales y culturales que ha sabido construir con esfuerzo y dedicación a lo largo del tiempo.
Si estas tendencias continúan avanzando, nos enfrentaremos a un futuro donde la pobreza se expanda y la desmovilización social se profundice. Al final del camino, podría quedar un pueblo empobrecido y desorganizado, mientras un capitalismo extractivo y financiero florece, optimizando sus ganancias sin la molesta interferencia de una clase media que, hasta hoy, ha sido un pilar de la resistencia popular.
La tragedia de la clase media no es solo su empobrecimiento económico, sino la amenaza a su rol fundamental en la construcción de un país más justo y solidario. Es hora de que despertemos y defendamos el lugar que esta clase tiene en la Argentina, antes de que sea demasiado tarde.
Para gran parte de esa clase media descreída, Milei representaba aires de esperanza. Algunos se resignan a admitir un nuevo fracaso electoral. La mayoría vive en carne propia los efectos de un plan económico entreguista, financiero y, lo que es peor, sin ningún tipo de empatía con los que están sufriendo.