NOTA DE OPINIÓN: LA PEDAGOGÍA DE LA CRUELDAD EN LA ADMINISTRACIÓN ACTUAL

En una reciente reflexión crítica, Guillermo Justo Chaves, exjefe de Gabinete de la Cancillería, analiza lo que define como una preocupante “pedagogía de la crueldad” en la gestión del actual gobierno. En su opinión, el modelo de liderazgo implementado se apoya en dos pilares que parecen salidos de novelas distópicas: la manipulación de la verdad al estilo de George Orwell y la ignorancia celebrada a la manera de Ray Bradbury. Estos elementos, según Chaves, constituyen las bases sobre las que se asienta una administración que recurre a la violencia, tanto verbal como simbólica, para sostenerse.

Chaves no duda en calificar al gobierno como cruel, acusándolo de ejercer una gestión que, más allá de la implementación de políticas, se distingue por una voluntad manifiesta de causar daño. Esta caracterización no se limita a la denuncia de una mala praxis política, sino que enfatiza la percepción de un goce perverso ante el sufrimiento ajeno, una actitud que trasciende la esfera política y se adentra en lo moral.

Entre los ejemplos que cita, menciona las medidas represivas contra los jubilados, el desfinanciamiento de áreas clave como la ciencia y la educación, y los discursos que desacreditan a la industria nacional, tratándola como dependiente del sector agropecuario. A todo esto, se suma una narrativa que, según Chaves, utiliza insultos y agresiones como herramientas para polarizar y dividir a la sociedad.

Lo más inquietante de esta situación, según el exfuncionario, es que esta crueldad se utiliza como un instrumento para fortalecer el vínculo con la base electoral del gobierno. Con un tono irónico y crítico, Chaves compara esta estrategia con un espectáculo romano, donde el sufrimiento de ciertos sectores sociales es exhibido como una especie de “catarsis” para los seguidores más leales. El mensaje que envía el gobierno, señala, parece ser: “puede que estés sufriendo, pero mira cómo hago sufrir a estos otros”.

Esta visión crítica, que acusa al gobierno de fomentar una “sociedad del conflicto”, plantea un debate urgente sobre el uso de la violencia simbólica en la política contemporánea y sus peligrosas consecuencias para el tejido social. Para Chaves, el hecho de que la máxima autoridad del país sea la promotora de este tipo de violencia agrava aún más la situación y siembra el riesgo de que el conflicto se multiplique en la sociedad.

En este contexto, el análisis de Chaves deja al descubierto una preocupante deriva que pone en juego no solo la estabilidad política, sino también los valores éticos fundamentales de una nación.