(Por Tomás Casanova y equipo /Periodismo con conciencia social) – En un contexto en el que la cúpula dirigente parece abstraída en discusiones que poco tienen que ver con las necesidades urgentes del pueblo, la palabra “emergencia” adquiere un significado brutalmente real para millones de argentinos. Mientras la clase política debate sobre la baja de la inflación, la reducción del déficit fiscal y hasta la posibilidad de dolarización, la verdadera emergencia está en otro lado, y es imposible de ignorar.
Emergencia es que un millón de chicos se vayan a la cama sin cenar. Es que un millón y medio de niños y niñas en Argentina se vean obligados a saltarse una de las tres comidas diarias. Es que seis millones de personas no tengan un techo digno sobre sus cabezas, y que cientos vivan en la cruda realidad de la calle. Es que en 9.500 barrios populares la falta de cloacas sea la norma, no la excepción. Los comedores populares, antaño refugios de solidaridad y esperanza, hoy luchan por ofrecer aunque sea un plato de comida, y el salario en blanco se ha convertido en sinónimo de pobreza.
Esta es la verdadera emergencia. Un país donde la gente ya no vive, sino que sobrevive, atrapada en una espiral descendente que la lleva cada vez más cerca de la indigencia. Mientras la casta política sigue diseñando un país para pocos, con discursos y promesas que nunca se concretan, el pueblo trabajador enfrenta un futuro sombrío, con la luz roja de la emergencia encendida y sin señales de que vaya a apagarse pronto.
En medio de este panorama, la desconexión entre la clase dirigente y la realidad cotidiana de millones de argentinos es alarmante. Es hora de que se den cuenta de que no estamos hablando de estadísticas frías o de simples números en un informe económico. Estamos hablando de vidas humanas, de familias enteras que están siendo llevadas al borde de la desesperación.
El pueblo no puede esperar más. La emergencia es ahora, y si no actuamos con la urgencia que la situación demanda, la historia no será benévola con aquellos que tuvieron el poder de cambiar las cosas y eligieron mirar hacia otro lado.