(Pablo Roma/Tomás Casanova) – En el Auge de las contradicciones crueles de Milei y la Derecha Libertaria, el Papa Francisco con la CGT y los Movimientos Sociales Parece Haber Anunciado una Profecía Autocumplida: Justicia Social y Trabajo Frente a la Derecha Globalizada.
En un contexto mundial cada vez más marcado por el avance de movimientos de derecha que priorizan el individualismo sobre el bienestar colectivo, el Papa Francisco alzó su voz, una vez más, en defensa de los más vulnerables. Su mensaje, claro y directo, hace un llamado urgente a la justicia social, el trabajo digno y la igualdad de género como pilares fundamentales para combatir la creciente desigualdad. El Santo Padre, en su rol de líder espiritual, no solo dirige su mirada a la Iglesia, sino que también interpela a los gobiernos, sindicatos y movimientos sociales para que actúen en favor de los desprotegidos.
El pasado 16 de septiembre, en una significativa audiencia en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, Francisco recibió a una delegación de la Confederación General del Trabajo (CGT) argentina, encabezada por Héctor Daer. Durante 35 minutos, el Papa no escatimó palabras para dejar claro el rol que los sindicatos deben asumir en esta era convulsa: “Defiendan la unidad, el trabajo, la justicia social y la igualdad de género”. Un mensaje que, si bien parece dirigido a los sindicalistas presentes, en realidad se expande como un eco hacia todo el mundo.
El encuentro con los líderes sindicales argentinos, que incluyó a figuras emblemáticas como Pablo Moyano y Gerardo Martínez, marcó un hito en la relación entre la Iglesia y el sindicalismo. Francisco reconoció la importancia de la CGT y alentó a sus representantes a seguir luchando por los derechos de los trabajadores, pero también les encomendó una tarea mayor: ser los defensores de la justicia social en un mundo donde los derechos se ven cada vez más amenazados.
Los dirigentes sindicales salieron fortalecidos de la reunión. Héctor Daer, quien ofició como portavoz, enfatizó que el Papa había valorado la unidad de la CGT y les instó a “defender la dignidad del trabajo como el eje que sostiene a la sociedad”. No es menor que Francisco haya hecho hincapié en este concepto en un contexto global donde los movimientos de derecha intentan socavar décadas de conquistas laborales en nombre del mercado y la eficiencia económica.
En su más reciente intervención durante el 10° aniversario del Primer Encuentro Mundial de Movimientos Populares, el Papa Francisco volvió a alzar su voz contra la represión violenta que se vivió en Argentina la semana pasada, cuando manifestantes que reclamaban por la ley de movilidad jubilatoria fueron dispersados con gas pimienta. Sin medias tintas, el Papa condenó al gobierno por priorizar la represión sobre el diálogo: “En vez de pagar justicia social, el Gobierno pagó el gas pimienta”, dijo con ironía, dejando claro su descontento.
El Papa no solo dirigió su crítica a lo ocurrido en Argentina, sino que envió un mensaje universal, advirtiendo sobre los peligros de la indiferencia y el desprecio hacia los más desfavorecidos. “El silencio frente a la injusticia abre paso a la división social, y la división social abre paso a la violencia”, señaló. Sus palabras fueron un recordatorio de que la justicia social no puede esperar, y que la indiferencia solo alimenta la creciente ola de desigualdad y conflictos.
El encuentro con la CGT y los movimientos sociales no fue solo una reunión protocolar, sino una declaración de principios que marca el camino que Francisco espera que sigan quienes aún creen en la construcción de un mundo más justo. Es un llamado a la acción para que los líderes sindicales se conviertan en defensores acérrimos de los derechos de los trabajadores y los más necesitados.
El mensaje de Francisco trasciende la esfera religiosa. Se trata de un mandato moral que llama a todos los sectores, desde los gobiernos hasta los sindicatos, a colocar la justicia social como un valor innegociable. En tiempos de crisis, cuando la derecha global avanza y amenaza con destruir años de lucha por los derechos de los trabajadores, el Papa marca la cancha y exige que se ponga la cara por los más necesitados. La justicia social, como siempre ha sostenido, es la clave para construir un mundo más equitativo, donde el trabajo y la igualdad de género sean una realidad, no solo una promesa vacía.