VASENA ANALIZÓ LAS ELECCIONES EN CABA: “QUE SE VAYAN TODOS”

En una ciudad marcada por la apatía y el desencanto, las elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dejaron más preguntas que certezas. Apenas el 53% del padrón se presentó a votar, y para Ramiro Vasena, referente político que alguna vez soñó con la presidencia, ese dato es el mayor de los diagnósticos: “Todos perdieron”, sentencia, sin titubeos.

Vasena no es un desconocido en el mapa político argentino. Ha sido dos veces candidato a presidente, aspirante a jefe de gobierno porteño y cabeza de lista en la provincia de Buenos Aires. Su figura, sin embargo, camina al margen del sistema tradicional. Su mensaje, crudo, casi brutal en su franqueza, sigue siendo el mismo desde hace años: “Que se vayan todos”.


Nos recibió con esa mezcla de indignación y determinación que lo caracteriza. “La mayoría que ganó es el 47% que no fue a votar”, explica. “Y detrás de ellos, está la otra mayoría: la que votó por el menos malo”. Lo suyo no es solo una crítica al sistema político, sino también a los medios de comunicación, a los que acusa de estar “ensobrados”, vendidos por “30 monedas de plata” para disfrazar la realidad con relatos edulcorados. “Es un basural de mentiras”, lanza con dureza.
Su última candidatura presidencial fue en las elecciones recientes, aunque, según denuncia, ni siquiera tuvo la oportunidad de competir en igualdad de condiciones. “Me proscribieron. Los apoderados del frente que me convocó resultaron ser una mafia al servicio del poder. No imprimieron las boletas. Hice la denuncia penal, pero la justicia está contaminada”, asegura. Vasena también recuerda haber presentado el primer pedido de juicio político contra el presidente Javier Milei, sin éxito: “Hace más de un año y medio que lo ingresé y ni siquiera fue tratado por Diputados”.
En ese contexto, su eslogan —una suerte de mantra que repite como un llamado a la rebelión— cobra vigencia: “Que se vayan todos, no se fue ninguno y se multiplicaron”. Pero el escenario no es alentador. Según el dirigente, no hay espacio para los “normales” en la política. “Los partidos son estructuras cerradas. Se ven forzados a meterse en frentes a cambio de puestos o dinero. No hay lugar para gente decente, con propuestas coherentes”, lamenta.
Hoy, su plan inmediato es acompañar denuncias, buscar un partido limpio y apuntar a una candidatura legislativa. No se trata de una cruzada solitaria: Vasena confía en que su mensaje tiene eco. “Con boleta única, gente honesta y el mismo lema, se garantiza un piso del 10% del electorado”, afirma. Pero advierte: la degradación de la dirigencia es tal, que ya no basta con prometer cambios. “El pueblo argentino sufre un trauma de abandono. Está harto de fornicarios, ladrones, drogadictos y mentirosos”, acusa con una retórica incendiaria que no pide permiso.
¿Y después de que se vayan todos? Su respuesta, lejos de ser nihilista, se viste de esperanza. “Que se vayan los corruptos, y que entren los mejores. Diez justos en el gobierno salvan la Nación”, concluye, citando la Biblia como si aún quedara margen para la redención.
En tiempos de fastidio democrático y escepticismo crónico, Vasena no deja de gritar una verdad incómoda: el sistema está roto y nadie parece dispuesto a repararlo. Por eso, su grito no es de victoria, sino de advertencia: que se vayan todos, antes de que se apague lo poco que queda de fe.