INDIVIDUALISMO, ESTADO NATURAL DE LA POLÍTICA FRAGMENTADA

(Por Tomás Casanova) – En la Argentina actual, la política parece una comedia de enredos, pero sin risas de fondo. Un país donde el poder está más fragmentado que la vajilla de la abuela después de una fiesta de adolescentes, y donde el “que se vayan todos” está a la vuelta de la esquina, esperando que Milei termine de estrellarse contra su propia pared de ideas.

Estamos en un “estado de disolución”, como un cubito de caldo en una olla de agua tibia: ni hierve, ni se condensa, pero va dejando ese sabor a política recalentada que todos conocemos tan bien. La política en crisis, dicen. Pero no se engañen, la crisis de la política es como la cumbia en el conurbano: suena, resuena y nunca se va. Y mientras tanto, cada espacio político se rompe, se divide, se parte, como una torta que nadie sabe cortar y todos quieren la parte con más crema.

Miren el mapa: Cristina-Mayans, Axel-Moreno, Milei-Macri, Milei-Cristina, Milei consigo mismo… Es como un capítulo de “Game of Thrones” en versión sainete criollo. Y por supuesto, aquí no faltan personajes pintorescos: tenemos a Dylan contra Alberto, Alberto contra sí mismo, y Fabiola en medio, cual mediadora de la ONU en plena zona de conflicto con Conan y Dylan. Porque si hasta los perros se pelean, imagínense los humanos.

Lo de los partidos es tragicómico. La UBA versus las universidades nacionales, progresistas contra peronistas, peronistas contra kirchneristas, kirchneristas contra los libertarios, libertarios contra otros libertarios, y el PRO contra todos (y contra sí mismos también, para no perder la costumbre). Todo esto mientras los radicales colaboracionistas se enfrentan a su propia sombra, luchando con la misma vehemencia con la que uno se pelea con el mosquitero en verano: con el mismo resultado, obvio.

Y así seguimos, con alianzas que duran menos que un postre en una fiesta infantil, y peleas que duran más que un verano de Perón. Milei y Villarruel se dividen como si fueran una novela de Pol-ka; Macri y Bullrich bailan al son de una cumbia sin fin; y mientras tanto, el pobre Dylan solo quiere volver a Olivos para ver si hay alguna milanesa con puré que no se haya enfriado del todo.

La política argentina hoy es un huevo sin gallina, o una gallina sin huevo. Es Batman sin Robin, o mejor dicho, un Gordo sin Flaco. Y no me pregunten quién es Gasset, porque ni Ortega tiene la respuesta clara. El problema es que mientras todos se pelean por quién tiene la razón, el país sigue girando en un torbellino de crisis tras crisis, y cada día estamos más cerca de ser una tragicomedia, pero sin lo de “comedia”.

Así que, amigos, saquen las palomitas, que esta función recién empieza. Y como siempre, el final es incierto, pero el drama está garantizado.