(Redacción El Delegado) – La política argentina, y en especial el peronismo, ha estado marcada históricamente por la tensión entre la lealtad y la obediencia. Ambos conceptos, aunque cercanos, tienen diferencias fundamentales que se ponen en juego en los momentos de crisis interna. El regreso de Cristina Fernández de Kirchner al centro del escenario político ha renovado este debate dentro del movimiento peronista, obligando a muchos a preguntarse si la lealtad sigue siendo un valor central o si ha sido reemplazada por la obediencia ciega.
El peronismo, desde sus inicios, ha celebrado la lealtad como uno de sus pilares. Cada 17 de octubre, el “Día de la Lealtad”, recuerda el compromiso de las bases con Juan Domingo Perón, no solo como líder, sino como figura que representaba un proyecto de país basado en la justicia social y la inclusión. Sin embargo, en los últimos años, la dinámica interna del partido ha transformado el significado de lealtad. ¿Se trata de ser fiel a una persona, a un conjunto de principios o a un legado histórico?
El surgimiento de figuras poderosas, como Cristina Fernández de Kirchner, ha llevado a que muchos confundan lealtad con obediencia. La lealtad, en su sentido más profundo, implica un compromiso genuino, basado en el respeto, la identificación con ciertos valores y la capacidad de mantener la fidelidad a esos principios incluso en momentos difíciles. La obediencia, en cambio, es la aceptación de órdenes sin cuestionamiento, un acto que no requiere de un vínculo emocional o ideológico profundo, sino de acatamiento a la autoridad.
Dentro del peronismo actual, este conflicto se ha intensificado. La influencia de Cristina ha generado una nueva división: quienes la consideran la heredera indiscutida del movimiento, y quienes creen que el peronismo debe ser leal a sus valores fundacionales más allá de cualquier figura política. Esta situación plantea preguntas incómodas para los dirigentes y militantes: ¿puede uno ser leal a los principios del peronismo sin necesariamente obedecer las directivas de una líder en particular? ¿Es posible que la lealtad verdadera implique, en algunos casos, desobedecer o desafiar a aquellos que, en teoría, deberían representar esos principios?
La diferencia entre lealtad y obediencia es clave para entender la actual crisis interna del justicialismo. La lealtad, al nacer de un compromiso profundo, permite el debate, la crítica y la autocrítica. La obediencia, por otro lado, fomenta la sumisión y, en muchos casos, el silencio. Para un movimiento que se fundó en la búsqueda de la justicia social, es crucial que sus miembros comprendan la diferencia. Seguir ciegamente a una figura, por más carismática o influyente que sea, no es necesariamente un acto de lealtad si eso implica renunciar a los valores fundamentales sobre los cuales el peronismo se construyó.
Hoy, el peronismo enfrenta un desafío histórico. Por un lado, está la tentación de continuar en una senda de obediencia a las figuras dominantes del partido. Por otro, la oportunidad de revitalizar su sentido de lealtad, entendiendo que esta no se basa en el acatamiento ciego, sino en la defensa activa de los ideales del movimiento: la justicia social, la equidad y la representación de los intereses del pueblo.
El dilema entre lealtad y obediencia no es menor. En una época donde las tensiones internas y externas desafían la cohesión del peronismo, es fundamental que sus dirigentes y militantes reevalúen qué significa ser leal. No se trata solo de seguir a una figura, sino de ser fiel a los valores y principios que hicieron del peronismo un movimiento transformador en la historia argentina.
El futuro del justicialismo dependerá de su capacidad para superar este dilema. Si logra redescubrir el verdadero sentido de la lealtad, uno que se base en el compromiso genuino con sus ideales y no en la obediencia sin cuestionamientos, podrá enfrentar con mayor fortaleza los desafíos que tiene por delante. Si, por el contrario, la obediencia ciega prevalece, corre el riesgo de perder el espíritu crítico que siempre lo caracterizó. La lealtad, entonces, deberá ser la guía para un movimiento que, hoy más que nunca, necesita reencontrarse con su esencia.