EL PAÍS DORMIDO: LIBERTARISMO, ADORMECIMIENTO SOCIAL Y LA PÉRDIDA DEL SENTIDO COLECTIVO

Por Tomás Casanova

Mientras el Gobierno argentino profundiza una agenda libertaria alineada con los grandes intereses internacionales, la sociedad parece avanzar en piloto automático. No se trata solo de un programa económico: lo que se impone es una cultura del adormecimiento, una forma de vida donde la conciencia crítica se diluye y el individualismo reemplaza toda noción de comunidad y servicio.

George Gurdjieff hablaba, ya en las décadas del 30 y 40, de hombres y mujeres que caminan dormidos. No dormidos en el sentido físico, sino espiritualmente anestesiados, repitiendo rutinas, obedeciendo consignas, creyendo elegir cuando en realidad solo reaccionan. Hoy, esa idea resulta inquietantemente actual. El libertarismo que promueve el gobierno de Javier Milei no busca ciudadanos despiertos, sino individuos aislados, convencidos de que la salvación es personal y el fracaso siempre ajeno.

El discurso oficial glorifica el “sálvese quien pueda” como virtud moral. En ese esquema, la noción de servicio —al otro, a la comunidad, a un proyecto común— aparece como una debilidad. Se deslegitima el Estado, se demoniza la solidaridad organizada y se vacía de contenido cualquier forma de unidad social. El resultado es un país que pierde el hilo de su propia historia y de sus valores más elementales.

Despertar, en términos simbólicos, es recordar. Recordar quiénes somos, de dónde venimos y qué nos sostuvo como sociedad en los momentos más difíciles. El recuerdo constante, decía Gurdjieff, es un ejercicio que exige entrenamiento, un músculo que hay que trabajar. Hoy, ese entrenamiento choca de frente con una cultura que promueve la distracción permanente, el ruido, la inmediatez y la indiferencia frente al dolor ajeno.

No es casual que, mientras se ajusta sobre jubilados, trabajadores y sectores vulnerables, se hable de libertad como si fuera un mantra vacío. La verdadera libertad requiere conciencia, y la conciencia necesita tiempo, reflexión y vínculo con el otro. Nada más lejos del modelo que se intenta imponer desde el poder.

Cuando la unidad se rompe, cuando el lazo social se debilita, el adormecimiento se vuelve visible. Personas defendiendo políticas que las perjudican, celebrando recortes que las excluyen, repitiendo consignas ajenas como propias. Es el triunfo de una pedagogía del sometimiento disfrazada de rebeldía.

Despertar no es un acto instantáneo. Es una práctica cotidiana. Implica sostener el recuerdo, incluso en los momentos incómodos, incluso cuando el clima cultural empuja a mirar para otro lado. En tiempos de emergencia social, esa memoria activa es la herramienta que permite reaccionar, organizarse y resistir.

La Argentina atraviesa una encrucijada profunda. O se acepta el sueño inducido de un país fragmentado al servicio de intereses globales, o se recupera la conciencia colectiva que históricamente permitió abrir mil puertas cuando todo parecía cerrado. La historia demuestra que, cuando el pueblo despierta, ningún experimento ideológico logra dormirlo para siempre.