ARGENTINA, ENTRE EL BIEN Y EL MAL: UNA LECCIÓN DE ZOROASTRO PARA TIEMPOS DE GRIETA

(Por Tomás Casanova EL DELEGADO) – Mientras escuchaba el reciente podcast sobre la figura de Zoroastro, el primer profeta de la historia, no pude evitar pensar en la Argentina de hoy. El antiguo sabio persa enseñaba que el mundo es un campo de batalla moral constante entre el bien y el mal, y que los seres humanos tenemos la libertad —y la responsabilidad— de elegir en cada momento.

Más de dos mil años después, ese dilema nos resulta dolorosamente actual.

Hoy vivimos en un país fracturado. El lenguaje de odio domina los debates. La política se ha convertido en un campo de trincheras donde la descalificación del otro parece más importante que la construcción de soluciones. La intolerancia crece en las calles y en las redes. El ciudadano común asiste atónito a esta escalada que no solo hiere a la democracia, sino que socava nuestra convivencia.

En este contexto, las enseñanzas de Zoroastro son un recordatorio oportuno. No basta con reclamar paz o tolerancia de manera abstracta: debemos elegirlas activamente. Cada palabra que pronunciamos, cada mensaje que compartimos, cada discusión en la que participamos contribuye a fortalecer el bien o a alimentar el mal.

Zoroastro no prometía un paraíso inmediato ni soluciones mágicas. Su mensaje era simple y profundo: avanzar hacia el bien requiere esfuerzo, coraje y la voluntad de actuar con integridad en lo cotidiano. En su visión, la verdad —la honestidad intelectual y moral— era un pilar esencial. Cuánto nos hace falta hoy ese compromiso con la verdad en nuestro discurso público.

Por eso propongo que, como ciudadanos y como dirigentes, recuperemos ese espíritu. Que bajemos el volumen de la confrontación. Que renunciemos a la tentación de la descalificación fácil. Que hagamos de la tolerancia un valor activo y no una consigna vacía. Y que pongamos en el centro de la vida política la idea simple y poderosa de las buenas acciones, buenos pensamientos y buenas palabras.

El bien y el mal no son abstracciones lejanas. Se juegan aquí y ahora, en nuestra vida democrática, en nuestro trato cotidiano, en la posibilidad —aún frágil pero necesaria— de reencontrarnos como sociedad.

Quizás sea hora de que un profeta de hace milenios nos ayude a recordar lo esencial.