LOS JÓVENES ENCUENTRAN EN EL TRABAJO UNA ESPERANZA FRENTE AL INDIVIDUALISMO

(Por Tomás Casanova ) – En tiempos de discursos libertarios, de apatía y crueldad social, las nuevas generaciones demuestran que todavía hay lugar para la creatividad, la capacitación y el esfuerzo como herramientas para salir adelante.

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En Santa Lucía, un pequeño pueblo del partido de San Pedro, la esperanza se riega con trabajo. Allí, Nicolás, con apenas 18 años, decidió no esperar a que las oportunidades golpeen su puerta: salió a buscarlas.

Con una pala, un par de herramientas y la convicción de que el trabajo dignifica, comenzó ofreciendo servicios de jardinería y mantenimiento general. Hoy, muchos vecinos del pueblo lo reconocen como un joven confiable y entusiasta, que aporta no sólo su labor sino también un ejemplo para otros de su edad.

La historia de Nicolás trasciende lo personal. Se convierte en un testimonio de que, aun en un contexto social signado por el individualismo y la indiferencia, la juventud conserva la fuerza íntima de la creatividad y la imaginación para construir un futuro distinto.

“Siempre me gustó trabajar con las plantas, arreglar cosas, estar en movimiento. Prefiero eso a quedarme sin hacer nada”, comenta Nicolás, mientras ajusta el motor de una máquina cortadora. Sus palabras reflejan una filosofía sencilla pero poderosa: la capacitación y el esfuerzo cotidiano como camino de superación.

En un país donde muchos jóvenes enfrentan la desilusión por la falta de oportunidades, la historia de este joven de Santa Lucía se erige como un faro de optimismo. Sus vecinos destacan que no solo cumple con su labor, sino que aporta compromiso y respeto, valores que parecían diluirse en una sociedad cada vez más fragmentada.

Las nuevas generaciones, como lo demuestra Nicolás, cargan con un potencial inmenso. No se trata solamente de sobrevivir en tiempos difíciles, sino de proyectar un futuro distinto, basado en la solidaridad y en la cultura del trabajo.

En la intimidad de cada decisión, late la idea de que todavía es posible transformar la realidad desde lo pequeño. Santa Lucía es testigo de cómo, en medio de la adversidad, un joven de 18 años reafirma que el trabajo y la capacitación siguen siendo la llave de la esperanza.