EL DELEGADO DEL FUTURO, SEGÚN MARTINEZ MORENO: CÓMO DEFENDER AL TRABAJADOR CUANDO EL JEFE ES UN ALGORITMO

El colaborador de EL DELEGADO analiza el impacto de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo y advierte que la representación gremial no desaparece, sino que se redefine. Datos, transparencia y organizaciones sustentables aparecen como los ejes de un sindicalismo que piensa a 20 años.

Buenos Aires.— Para el Chino Martínez Moreno, el mapa del poder laboral ya empezó a cambiar y no lo hizo con estruendo, sino con silencios. En muchas empresas, explica, el control dejó de tener rostro humano: hoy se expresa en tableros digitales, métricas de desempeño y sistemas automatizados que asignan tareas, evalúan productividad y hasta sugieren sanciones. “Cuando el jefe es una fórmula, la defensa del trabajador ya no pasa solo por el salario”, sostiene. El nuevo conflicto, subraya, se libra en el terreno de los datos, los criterios y la transparencia.

Desde su mirada, la irrupción de la inteligencia artificial no elimina la necesidad de delegados ni de representación colectiva. Todo lo contrario. A mayor complejidad tecnológica, mayor necesidad de reglas claras, intérpretes y contrapesos. El Chino descarta la idea de que la modernidad implique desintermediación total: “La historia muestra que los sistemas complejos no funcionan sin instituciones que equilibren intereses”.

El escenario que describe es el de un trabajo más fragmentado, intensamente monitoreado y evaluado por métricas muchas veces opacas. Allí, advierte, el choque ya no se reduce a la paritaria tradicional. Aparece en la forma en que se mide el rendimiento, en los sesgos de los algoritmos, en la información que se recolecta y en las decisiones automatizadas que pueden derivar en despidos o recortes de horas. “La tecnología no grita, calcula”, resume.

En ese contexto, el experto plantea que la representación gremial debe anticiparse. No llegar cuando el daño ya está hecho, sino discutir las reglas antes de que el algoritmo se convierta en un patrón silencioso. Desde su perspectiva, el desafío pasa por ampliar el perímetro de la negociación colectiva: no solo salarios, sino también criterios de evaluación, monitoreo digital, derecho a explicación, capacitación permanente y reparto de las ganancias de productividad.

El análisis incorpora una dimensión cultural de fondo. Argentina atraviesa, señala, un proceso de reordenamiento de valores donde la idea de libertad ocupa un lugar central en el debate público. Frente a ese clima de época, el mundo del trabajo enfrenta una disyuntiva: resistir el cambio o integrarlo de manera inteligente. El colaborador opta por una tercera vía: organizaciones de trabajadores sólidas, modernas y sustentables, capaces de proyectarse a dos décadas sin renunciar a su razón de ser.

Para la nueva incorporación de EL DELEGADO, la clave está en pensar al trabajador como un sujeto adulto, con autonomía real, y a las organizaciones como garantes de que esa autonomía no se transforme en vulnerabilidad. Transparencia, democracia interna con herramientas actuales y legitimidad social aparecen como condiciones indispensables para sostener la representación en el tiempo.

Lejos de ver al sindicalismo argentino como un actor anclado en el pasado, recuerda su tradición pragmática y negociadora. Esa experiencia, afirma, es una ventaja competitiva frente a los desafíos que plantea la economía digital. “Supo jugar en la realidad, no solo en la teoría”, destaca, y considera que esa capacidad puede ser decisiva en la transición que se abre.

En su reflexión final, apela a una imagen potente: la inteligencia artificial como fuego. Una tecnología que puede iluminar o quemar, según cómo se la use. En ese escenario, las organizaciones de trabajadores del futuro tienen una misión concreta: poner reglas para que el costo de la modernidad no recaiga siempre sobre los mismos. Pensar el trabajo de hoy con la mirada puesta en los próximos 20 años, concluye, no es una opción ideológica, sino una necesidad histórica.