Mientras profesionales renuncian en masa y las condiciones laborales se degradan, el Gobierno responde con un brutal recorte de derechos. La salud pública, en riesgo de extinción.
El Hospital Garrahan, emblema de la pediatría pública en Argentina, atraviesa una de las peores crisis de su historia. A la falta de respuestas salariales y al vaciamiento estructural, el Gobierno de Javier Milei respondió con más ajuste: decidió modificar el estatuto de los médicos residentes para convertirlos en simples becarios sin derechos laborales. Para los profesionales, se trata de un ataque deliberado que busca destruir la salud pública desde adentro.
Mauro García, coordinador médico de la Unidad de Cuidados Intensivos, fue tajante: “La situación es de gravedad total. Se ha vuelto insostenible. En los últimos 15 días se fueron 14 profesionales. Nunca en mis 27 años en el Garrahan vi algo así. El hospital está sufriendo una sangría humana”.
La respuesta del Gobierno a este colapso es, para los trabajadores, directamente inhumana. “Los cambios en el sistema de residencias son una locura. Quieren retroceder décadas. Pretenden que dejen de tener aportes, obra social, derechos. Los tratan como si fueran aprendices sin valor”, denunció García.
Según detalló, el trasfondo de esta reforma no es la eficiencia ni la mejora del sistema, sino la destrucción de lo público. “No hay aumentos, no hay contención, solo abandono. El mensaje es claro: Milei quiere dinamitar la salud pública”, afirmó.
Pedro Zubizarreta, jefe del Servicio de Hematología y Oncología, coincidió en la gravedad del panorama. “Quieren dejar de considerar a la residencia como trabajo. Convertirla en una simple beca es despojar de dignidad al médico. Son profesionales con matrícula, que se desviven por los pacientes, y los están echando como si fueran descartables”.
Zubizarreta, que lleva más de tres décadas en el hospital, advierte que nunca sintió tanta angustia. “Yo este año me jubilo, y siento que me están desmantelando la casa. Siempre fuimos por más, por mejor atención, por ciencia y humanidad. Hoy estamos bajo ataque”, expresó con tristeza.
Los testimonios coinciden en que las renuncias masivas no son casuales: los bajos sueldos, la sobrecarga de trabajo y la falta total de reconocimiento empujan a los profesionales a emigrar o abandonar la práctica hospitalaria. El Garrahan, que supo ser modelo de excelencia, está siendo vaciado a propósito.
Mientras el Gobierno se jacta de su ajuste, en los pasillos del hospital más importante para la infancia argentina reina el desánimo. El Garrahan no solo cura niños: también forma generaciones de médicos comprometidos. Hoy, bajo la lógica destructiva de Javier Milei, eso está en peligro. Y si el Garrahan cae, lo que se quiebra es el corazón de la salud pública nacional.