HORAS DECISIVAS PARA  LA CGT: TENSIONES INTERNAS, DILEMAS Y PREOCUPACIÓN POR LA UNIDAD

La Confederación General del Trabajo (CGT) enfrenta una de sus crisis más profundas en años. En el centro de la tormenta está Pablo Moyano, el poderoso dirigente camionero y ferviente defensor de las ideas peronistas, que hoy enfrenta horas definitorias. Con la posibilidad de romper con la CGT sobre la mesa, Moyano se erige como una figura que busca marcar una diferencia clara en la lucha contra el neoliberalismo. Sin embargo, sus recientes acciones, incluyendo la convocatoria a un paro nacional y la amenaza de abandonar la central obrera, han generado más preguntas que certezas.

En el marco de una creciente tensión, Moyano se encuentra frente a dos dilemas críticos. El primero es asegurar la contundencia del paro de transporte convocado para el 30 de octubre. Si bien el anuncio anticipado podría parecer una jugada estratégica para consolidar el apoyo, el riesgo de que la medida pierda fuerza a medida que se acercan los días es palpable. La posible falta de adhesión de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), liderada por Roberto Fernández, le resta fuerza al paro, lo que podría debilitar el impacto de la movilización. Las fricciones internas por el protagonismo de los metrodelegados en la Mesa Nacional del Transporte han dejado a Moyano en una situación compleja.

El segundo gran desafío que enfrenta Moyano es su posible salida del consejo directivo de la CGT. En caso de que renuncie, sería a título personal, lo que permitiría que Camioneros mantenga su lugar en la central, pero con otro representante. En ese escenario, es casi seguro que su lugar lo tomaría su padre, el histórico Hugo Moyano, lo que podría dejar desdibujada la figura de Pablo como co-secretario general. En un momento en que no parece contar con el respaldo unánime de su propio sector, la decisión de dar este paso genera más incertidumbre que seguridad.

Además de estos dilemas internos, la situación se agrava por la creciente división entre los Moyano. La reciente foto de Facundo Moyano, hermano de Pablo, con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, marcó una diferencia notable entre los hermanos, tanto en lo sindical como en lo político. Mientras Pablo se mantiene firme en sus vínculos con Cristina Fernández de Kirchner y sectores del kirchnerismo, Facundo ha mostrado un acercamiento a otras figuras, lo que añade una capa más de complejidad a la ya turbulenta relación familiar y sindical.

En este contexto, la renuncia de Mario “Paco” Manrique, secretario gremial de la CGT y líder del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (Smata), representa un nuevo golpe para la cohesión interna de la central. Aunque en su carta de renuncia no hizo menciones directas a los líderes de la CGT, Manrique había sido crítico de la conducción de la central, acusando a sus líderes de vaciarla de contenido y de no tener un rumbo claro en sus negociaciones con el gobierno de Javier Milei.

Este panorama plantea un escenario de gran incertidumbre para Pablo Moyano, quien debe decidir si continúa apostando por una CGT que, en sus palabras, “se ha vaciado de contenido”, o si toma un camino propio, liderando una nueva etapa de lucha sindical. Con las bases divididas y un contexto político marcado por la influencia del neoliberalismo, las próximas horas serán cruciales para definir el futuro del sindicalismo argentino y, posiblemente, para la continuidad de la unidad dentro de la CGT.

El paro del 30 de octubre será, sin duda, un punto de inflexión. Si Pablo Moyano logra consolidar su liderazgo y garantizar la adhesión de los sectores más críticos, podría emerger como el líder que muchos trabajadores esperan en la resistencia al modelo económico actual. Pero si las divisiones internas prevalecen, la CGT podría enfrentarse a una fragmentación que afectaría su capacidad de acción en el futuro próximo.