EL NUEVO FAL DEL GOBIERNO: FONDOS PÚBLICOS PARA DESPEDIR Y UN NOMBRE QUE REMITE A LA VIOLENCIA DEL PASADO

(Pablo Daniel Roma) – Mientras ajusta áreas sensibles del Estado, el Gobierno confirmó que habrá plata para financiar el Fondo de Asistencia Laboral (FAL), el instrumento que reemplaza las indemnizaciones tradicionales. Un acrónimo cargado de simbolismo: FAL, como el Fusil Automático Liviano, emblema de la represión ilegal de la dictadura. ¿Casualidad o mensaje político en una reforma que vuelve a poner a los trabajadores en la mira?

En una definición que expone las contradicciones del discurso oficial, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, confirmó que el Estado nacional financiará el Fondo de Asistencia Laboral (FAL), una de las piezas centrales de la reforma laboral impulsada por el presidente Javier Milei. La novedad no solo encendió críticas por el uso de recursos públicos en un contexto de ajuste, sino también por la fuerte carga simbólica de un nombre que remite inevitablemente al Fusil Automático Liviano, arma utilizada por las Fuerzas Armadas durante el terrorismo de Estado.

La confirmación llegó este viernes 12 de diciembre, durante una entrevista radial, en la que Sturzenegger explicó que el FAL se nutrirá de una reducción del 3 por ciento en los impuestos al trabajo. Es decir, fondos que hoy ingresan al Estado serán redirigidos para conformar un mecanismo destinado a cubrir despidos y contingencias judiciales de las empresas. “Hay plata”, reconoció el ministro, aun cuando el Gobierno sostiene que no existen recursos para jubilaciones, universidades o políticas sociales.

El Fondo de Asistencia Laboral reemplaza en los hechos al régimen tradicional de indemnizaciones y forma parte de una reforma que modifica 57 artículos de la Ley de Contrato de Trabajo y elimina otros nueve. Según Sturzenegger, el nuevo esquema se aplicará a todos los contratos laborales del sector privado, tanto vigentes como futuros, sin distinción por antigüedad, lo que implica un cambio profundo en las reglas de juego para millones de trabajadores.

El funcionario justificó la creación del FAL apelando al relato de la “motosierra” y la reducción del gasto público. Según su explicación, ese ajuste permitió liberar recursos para bajar cargas laborales y generar un “ahorro previo” administrado por los empleadores. “El 3% de cargas laborales integrarán el FAL. Es como un ahorro previo para hacer frente a las contingencias”, señaló, aclarando que el fondo quedará bajo control empresarial y se usará para afrontar despidos y juicios laborales.

El nombre elegido no pasó desapercibido. FAL es también la sigla del Fusil Automático Liviano, símbolo del aparato represivo que secuestró, torturó y asesinó civiles durante la última dictadura militar. En un país atravesado por la memoria del terrorismo de Estado, la coincidencia resulta, cuanto menos, inquietante. Para sectores sindicales y de derechos humanos, la alusión no es inocente: el nuevo FAL aparece como una herramienta que, esta vez en el plano económico, vuelve a disciplinar a los trabajadores.

La reforma incorpora además el llamado Régimen de Incentivo a la Formalización Laboral para nuevas contrataciones, con foco en jóvenes, y promueve figuras como el banco de horas, la flexibilización de licencias y acuerdos directos entre empleador y empleado. Aunque el ministro aseguró que no se tocan “derechos esenciales”, evitó precisar qué resguardos tendrá el trabajador frente a imposiciones unilaterales en un mercado laboral marcado por la desigualdad de poder.

Otro eje central es la regionalización de las negociaciones salariales. Sturzenegger cuestionó el esquema actual, al que acusó de estar “pensado desde el AMBA”, y defendió la posibilidad de fijar salarios y condiciones según la realidad de cada provincia o empresa. Para los gremios, este punto abre la puerta a una competencia a la baja entre trabajadores y a la fragmentación de la negociación colectiva.

En materia de indemnizaciones, el ministro sostuvo que se mantendrá el cálculo de un mes por año trabajado, pero bajo reglas más “precisas” para reducir la litigiosidad. También aclaró que los salarios podrán pactarse en pesos o en dólares y que los pagos en “especie” seguirán permitidos, aunque buscó despejar temores sobre formas de pago no monetarias.

Así, mientras el Gobierno insiste en que no hay alternativa al ajuste, el FAL emerge como la excepción: un fondo con respaldo estatal para facilitar despidos en nombre de la previsibilidad empresaria. Un acrónimo que revive fantasmas del pasado y que, para muchos, sintetiza el espíritu de una reforma laboral que vuelve a colocar a los trabajadores en la línea de fuego.