ARGENTINA PROFUNDIZÓ EL PROCESO DE DESPIDOS LABORALES: LA CONTRADICCIÓN ENTRE EL PROTECCIONISMO DE TRUMP Y LA APERTURA DE MILEI

En un contexto global que tiende al proteccionismo, la Argentina de Javier Milei parece remar a contramano, exponiendo a su industria local a una competencia internacional feroz y desleal. Mientras Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de Estados Unidos, promete reindustrializar su país usando sus vastos recursos energéticos y elevando aranceles para proteger su mercado interno, Milei aplica políticas que desmantelan las barreras que alguna vez resguardaron la economía nacional.

El contraste es tan evidente como preocupante. Durante su discurso inaugural, Trump aseguró que Estados Unidos se convertiría en una nación manufacturera, aprovechando sus enormes reservas de petróleo y gas para abastecer su industria. Este mensaje refuerza una línea de acción clara: fortalecer la producción local, aun a costa de generar tensiones comerciales con sus socios del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), a quienes aplicó aranceles del 25%.

En la vereda opuesta, Milei opta por abrir la economía de manera abrupta. Redujo aranceles, eliminó medidas paraarancelarias como los antidumping y facilitó las importaciones, incluso vía comercio electrónico. Estas decisiones llegan sin un plan claro para nivelar el terreno de juego para las industrias locales, que quedan en desventaja frente a la inundación de productos importados más baratos.

“Industricidio”: La advertencia de los empresarios locales
La Unión Industrial Argentina (UIA) ha comenzado a manifestar su preocupación, aunque todavía de manera tímida. Guillermo Moretti, vicepresidente de la UIA, denunció que estas políticas podrían llevar a un “industricidio”, evocando escenarios ya vividos durante la última dictadura militar y los gobiernos de Carlos Menem y Mauricio Macri. “Estamos bien posicionados puertas adentro de las fábricas, pero los impuestos, las cargas y los fletes nos sacan de competencia”, advirtió.

El ejemplo más claro de esta contradicción es Vaca Muerta. Mientras Trump utiliza los recursos energéticos de su país como motor del crecimiento industrial, en Argentina esa riqueza no se integra a un plan de desarrollo manufacturero. En su lugar, se priorizan tratados de libre comercio, como el que Milei sueña concretar con Estados Unidos, a pesar de las barreras que Trump y su administración imponen incluso a sus socios más cercanos.

El costo social de la apertura desmesurada
El impacto ya se siente en el mercado laboral. Diversas industrias han comenzado a ajustar sus plantillas frente a la creciente presión importadora. Ejemplos sobran: Bridgestone, Fate, Sancor, y Volkswagen, entre otras, han aplicado despidos masivos o están en riesgo de hacerlo. Desde el sector automotriz hasta el textil y alimenticio, las noticias de cierres de fábricas y reducciones de personal se multiplican.

El vicepresidente de la UIA también alertó sobre el ingreso masivo de productos extranjeros, desde manufacturas hasta alimentos básicos. “Hasta el yogur es más barato en Brasil que acá. Si encima los otros países elevan su producción y nosotros nos abrimos, los productos importados van a estar más baratos acá”, sentenció.

Mercosur en la cuerda floja
A esta ecuación se suma la intención de Milei de romper el Mercosur para priorizar un acuerdo bilateral con Estados Unidos. Brasil, el principal destino de las exportaciones argentinas, sería desplazado en favor de un mercado que, como advierten los industriales, no está dispuesto a abrir sus puertas sin imponer restricciones.

“Un tratado con Estados Unidos no puede entrar en vigencia en menos de cuatro años, y ellos compiten con nosotros en todo, desde productos primarios hasta industriales”, explicó un empresario santafesino.

La paradoja de Milei
La postura de Milei, alineada ideológicamente con la ultraderecha que Trump representa, se distancia en lo económico. Mientras el presidente estadounidense protege su industria a toda costa, el mandatario argentino parece dispuesto a desarmar las pocas defensas que tiene la suya.

Esta contradicción no solo pone en jaque a sectores productivos clave, sino que también genera un impacto directo en los trabajadores, que enfrentan un futuro incierto en una economía abierta sin red de contención.

En un mundo donde las principales potencias reafirman su proteccionismo, la Argentina corre el riesgo de quedar a la deriva, expuesta a una competencia que amenaza con devastar su tejido industrial. La gran pregunta que surge es: ¿puede una economía tan frágil soportar semejante apertura sin antes fortalecerse desde adentro? Por ahora, las cifras de despidos y cierres industriales parecen dar una respuesta preocupante.