9 DE JULIO: DE LA INDEPENDENCIA A LA ENTREGA

(Por Tomás Casanova, para EL DELEGADO) – El 9 de julio no es solo una efeméride. Es la fecha en que los argentinos reafirmamos, o deberíamos reafirmar, nuestra voluntad de ser libres, justos y soberanos. Lo hicieron nuestros próceres en 1816, al romper con el imperio español. Lo hizo Perón en 1947, al declarar la Independencia Económica desde la misma Casa Histórica de Tucumán. Y lo debemos hacer hoy, en medio de un gobierno que, lejos de seguir esa línea, protagoniza la mayor entrega de nuestra historia democrática.

Aquella jornada del 9 de julio de 1947, el general Perón proclamó con firmeza que “la independencia política será una mera ficción si no está acompañada por la independencia económica”. Con esa consigna, se comenzó a desmantelar el poder colonial de los intereses extranjeros sobre nuestra economía: se nacionalizaron los ferrocarriles, se saldó la deuda externa, se fortaleció la industria nacional y se protegieron los derechos de los trabajadores. Argentina caminaba hacia una verdadera soberanía integral, fundada en el trabajo, la producción y la justicia social.

Hoy, Javier Milei y su gabinete de CEOs nos llevan en sentido opuesto. Mientras los próceres fundaban la Nación y Perón blindaba su soberanía, este gobierno está hipotecando el futuro de generaciones enteras. En nombre del “libre mercado”, entrega nuestros recursos naturales a las multinacionales, desmantela el Estado nacional, criminaliza la protesta y reprime al que tiene hambre. Se endeuda con el Fondo Monetario como si se tratara de una bendición, cuando en realidad es la soga que vuelve a atar al país al yugo del capital financiero global.

Perón soñaba con una patria libre, socialmente justa y económicamente independiente. Milei la reduce a un laboratorio anarcocapitalista, manejado por algoritmos, criptomonedas y dogmas importados. Donde antes había planificación nacional, ahora hay ajuste. Donde había promoción del trabajo, hoy hay despidos. Donde había soberanía alimentaria, hoy hay hambre. El mismo Perón lo advirtió: “Los pueblos que no saben defender sus intereses terminan siendo esclavos de intereses ajenos.”

En 1947, el peronismo construía una Argentina industrial, integrada, con movilidad social ascendente. Hoy, Milei promueve una Argentina para pocos: agroexportadora, extranjerizada y excluyente. Su llamado a una “libertad” abstracta esconde una sumisión concreta a los grandes grupos económicos y financieros. Su retórica antisistema es apenas una cortina para aplicar el viejo programa del coloniaje.

Mientras nuestros padres y abuelos lucharon por tener sindicatos fuertes, salud y educación públicas, jubilaciones dignas y soberanía energética, el gobierno actual destruye cada uno de esos logros en nombre de un supuesto “cambio”. Pero el único cambio real que se ve es el retroceso brutal de los derechos del pueblo argentino.

Este 9 de julio nos obliga a tomar partido. No hay neutralidad posible. O estamos con la Patria, o estamos con los que la entregan. O defendemos el legado de San Martín, Belgrano, Moreno y Perón, o nos rendimos ante el nuevo virreinato de los mercados.

No hay independencia sin justicia social. No hay soberanía sin industria nacional. No hay libertad sin dignidad. Como dijo Perón, “La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo.” Y hoy ese pueblo sufre, no por azar, sino por políticas deliberadas de exclusión y entrega.

La bandera de la independencia no se iza con discursos en inglés ni con tratados redactados por el FMI. Se levanta con trabajo argentino, con producción nacional, con soberanía energética, con justicia distributiva. Eso es lo que está en juego hoy. Y por eso, este 9 de julio no es un festejo. Es una trinchera.