El último informe del INDEC confirma lo que se percibe en las calles: la desocupación aumentó al 7,7% y ya afecta a más de un millón y medio de personas. La promesa de un shock de libertad se transformó en un ajuste salvaje que pulveriza el empleo.
La ilusión de un país encaminado hacia la prosperidad liberal se desvanece con la crudeza de los números oficiales. El reciente informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) revela que la desocupación en Argentina saltó al 7,7% en el primer trimestre de 2025, frente al 6,9% del mismo período del año pasado. Esto significa que más de 1.700.000 argentinos no tienen trabajo, mientras que el número de personas ocupadas bajó en 250 mil en apenas tres meses.
No se trata de un accidente económico, sino de las consecuencias directas del plan de ajuste impulsado por el gobierno de Javier Milei. En su afán por “terminar con el Estado elefante”, el oficialismo achicó sin anestesia la obra pública, paralizó programas productivos y redujo al mínimo las compras del Estado, golpeando de lleno al empleo formal y empujando a miles a la informalidad o al desaliento.
El fenómeno es más grave entre mujeres jóvenes, donde el desempleo ya supera el 20%. Además, el trabajo informal alcanza al 45,3% de los asalariados, según el propio INDEC, un síntoma claro del deterioro estructural del mercado laboral. La participación en la economía también cayó: hay menos gente buscando empleo, una señal alarmante de resignación social.
La administración libertaria intenta explicar esta sangría con argumentos de “reordenamiento macroeconómico” y “curva en V”, pero los datos reales muestran un deterioro profundo sin signos de reversión inmediata. Ni el sector privado ni las inversiones externas anunciadas compensan el derrumbe del consumo interno y la parálisis productiva generada por las políticas de ajuste extremo.
Incluso sectores históricamente dinámicos como la construcción y la industria manufacturera muestran caídas pronunciadas del empleo. La recesión no es solo un efecto colateral, sino parte del programa.
La libertad que prometía Milei parece, por ahora, una libertad para caer. Y los números del INDEC son el reflejo más brutal del costo humano de esa utopía ideológica.